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5.9.06

Escalona: ¿errores, lapsus o estrategia?

Escalona: ¿errores, lapsus o estrategia?

La polémica que falta, en consecuencia, es sobre estrategias, especialmente, de cambio y renovación de la Concertación. Es en el plano de lo estratégico donde cabe discutir con el senador Escalona acerca de aciertos o errores. Fuera de ese cuadro la polémica no sólo no es justa sino que, además, es casi inocua.

Antonio Cortés Terzi

Director ejecutivo del Centro de Estudios Sociales Avance
En las últimas semanas, el senador Camilo Escalona ha sido blanco de críticas y comentarios negativos acerca de sus conductas políticas. Sin embargo, en entrevista con “La Tercera” (27/8/06) la tónica de sus respuestas fue la de no hacerse cargo de tales críticas y comentarios, con lo cual mandó un claro mensaje reivindicador de su obrar.
Escuetamente, las principales críticas han versado sobre lo siguiente: 1) que, premeditadamente, acciones y dichos suyos habrían fomentado la imagen de ser una de las personalidades más influyentes en las decisiones de la Presidenta, en desmedro de la figura presidencial y de los equipos institucionales; 2) que en su excesivo celo por proteger el Gobierno Bachelet ha deteriorado las relaciones del PS con la DC; 3) que levantar tan tempranamente la carta presidencial de José Miguel Insulza y convocar a transparentar desde ya las candidaturas fue percibido por la DC como otro golpe contra ella, y 4) que el lenguaje “belicoso” empleado contra empresarios insinúa una reapertura de una política con grados de polarización que podría repercutir en escenarios negativos para el Gobierno.
En general, las conductas del senador Escalona han sido interpretadas como errores y, en más de un ámbito, han sido recogidas con sorpresa y consignadas como incomprensibles.
En política -como en muchos otros espacios- es conveniente tener cuidado con el uso del vocablo “error” para juzgar acontecimientos o discursos. Cuando, respecto de determinados procesos, existen -como suele ocurrir- visiones, estrategias y objetivos distintos, un mismo hecho puede ser un acierto o un equívoco en virtud de la visión, estrategia y objetivos que se trate.
Lo que aquí se sostiene como hipótesis es que, en general, el senador Escalona no ha cometido errores y que las polémicas y críticas que ha suscitado se deben a una cuestión bastante de fondo. En efecto, los antecedentes visibles dan para pensar que, hasta hoy, el presidente del PS es el dirigente político que más se guía por una estrategia de objetivos históricos y cuya gran matriz está en lo que se podría llamar el desamarre o desarme de los nudos y circuitos de poder configurados por y para la transición y que han devenido en óbices para la plena normalización política y para asentar nuevos rumbos de progreso social y democrático del país.
Para amparar argumentalmente esta hipótesis conviene distinguir entre las acciones del senador que tienen que ver con su relación con el Gobierno Bachelet y aquella que se originó en sus denuncias contra empresarios.
Según la hipótesis enunciada, los actos del senador Escalona en referencia al Gobierno apuntan a promover y asegurar el establecimiento de una nueva elite de poder concertacionista que rompa con los centros de poder tradicionales y que interrumpa o debilite al máximo los circuitos de poder transversalizados y erigidos durante la transición. Es decir, aspiran -puesto en positivo- a la emergencia de una elite renovada y de un nuevo sistema de toma de decisiones, vistos ambos como recursos insoslayables para abrir una nueva etapa de desarrollo del país.
Es obvio que para ese propósito es clave la figura de la Presidenta, como encarnación representativa y lideral del recambio generacional, pero también es clave el propio senador Escalona: sólo él (auto supone) puede brindarle (y buscar) el apoyo incondicional que la Presidenta requiere para actuar con autonomía y sólo él (auto piensa) dispone de una masa crítica orgánica que alimente la formación de un primer cuerpo de renovación elitaria.
De ahí que la sobreexposición de la influencia del senador Escalona en las decisiones de la Presidenta y del Gobierno no sea un error en sí, sino un riesgo inevitable en virtud de una estrategia de suyo audaz, casi temeraria.
Por otra parte, las reacciones del senador en el asunto de las subcontrataciones también están ligadas a lo señalado como hipótesis. Están inmersas en la percepción de un cambio de contexto histórico que, en lo esencial, se refiere a la plena y objetivada normalización de la política nacional y que implica, entre otras cosas, el “sinceramiento” de la verdadera conflictividad social y política que subyace en la realidad nacional, conflictividad que fue eludida, ocultada o morigerada en el plano político merced a la prolongada transición. Una de las tantas conflictividades opacadas por la lógica transicional fue, precisamente, la que entrañan las relaciones laborales, fenómeno del cual sectores empresariales hicieron uso y abuso.
El epíteto de “chupasangre” encierra relevancias mayores al escándalo estético-semántico que originó. Refleja la voluntad político-cultural de reponer temas sociales con una energía y dramatismo equivalente a las formas con que esos temas se viven en la realidad. Detrás de ese epíteto está la convicción de que, resueltas las conflictividades excepcionales que implicaba la transición, a la cultura y política socialista le resurge la demanda de centrar sus preocupaciones sobre la base de su ethos histórico que, en lo sustantivo, radica en la pugna por la superación de toda forma de subalternidad a partir de la incorporación de los subalternos en los conflictos de poder.
En tal sentido, son las críticas que han argumentado que sus palabras “retrotraen” la política a climas y realidades del pasado. Por el contrario, lo que hizo el senador Escalona fue un gesto de reactualización de las formas que debe asumir la conflictividad en situaciones de normalidad. Persistir en las formas de manifestación que revistió la conflictividad durante la transición significaría continuar dándole enormes ventajas a las elites empresariales y de todo tipo.
En definitiva y en lo grueso, lo obrado por el senador Escalona ha sido congruente con sus visualizaciones estratégicas. Sus detractores son los equivocados, puesto que han criticado aspectos puntuales y descontextualizándolos de las miradas de largo aliento. La polémica que falta, en consecuencia, es sobre estrategias, especialmente, de cambio y renovación de la Concertación. Es en el plano de lo estratégico donde cabe discutir con el senador Escalona acerca de aciertos o errores. Fuera de ese cuadro la polémica no sólo no es justa sino que, además, es casi inocua.
Publicado con autorización del Centro de Estudios Sociales Avance (www.centroavance.cl)